La violencia ligada al deporte

La sociedad se ha ido haciendo cada día más compleja y hemos añadido significados a las competiciones que no tienen nada que ver con la práctica del deporte en sí. Los anhelos de algunos movimientos independentistas, grupos ultra-nacionalistas e incluso reivindicaciones históricas se imponen en los partidos y son su escenario ideal.
Estos grupos ven en estos eventos deportivos la posibilidad de venganza y aniquilación del enemigo. Los rivales no son personas sino cosas, símbolos y representantes de lo que ellos odian. Se produce un proceso de deshumanización del individuo con el objetivo de poder ser capaz de matar. La personalidad de un ultra o hooligan le impide cualquier tipo de análisis racional y hallan en la violencia de grupo una salida a su frustración, ya que suelen ser personas con problemas de integración, estrés y ansiedad, y vidas vacías.

¿Qué es un hooligan?

El término hooligan nace en Inglaterra en los años 60 y parece proceder de una canción de 1899 inspirada en Patrick O’Hooligan, un portero (seguridad) y ladrón Irlandés que vivió en Londres. Su familia y él eran famosos por sus frecuentes peleas. Según informes de la London Metropolitan Police, O’Hooligan era el líder de una banda de jóvenes. Los jóvenes que pertenecían a su banda fueron bautizados como hooleys (en irlandés significa salvaje). En esta época se asoció el surgimiento de este grupo con la creciente ola de marginalidad, sobre todo en los grandes centros industriales.
Tras sus inicios en Inglaterra, el auge del hooliganismo se produce en los años 80 debido a la notoriedad pública que alcanzaron los hooligans en distintos países europeos, amén de su alto colorido en la animación de los encuentros deportivos y la violencia que generaban dentro y fuera de los estadios. Según el colectivo y el país de residencia, parece haber ciertas diferencias entre estos grupos.

El movimiento hooligan hoy en día

Por ejemplo, en España e Italia suelen compartir los colores del club con la ideología política (fascismo o el radicalismo de izquierdas). No obstante, en Inglaterra, muchos grupos son apolíticos. Según el país de procedencia estos individuos reciben nombres diferentes: Tifosi en Italia, Ultras en España o Hooligans en Inglaterra. También tenemos ultras en Alemania, Polonia, Argentina, Holanda y los temidos ultras rusos, surgidos tras la caída de la Unión Soviética, los cuales han logrado vaciar los estadios rusos del resto de aficionados no violentos.
Las imágenes que éstos muestran en sus enfrentamientos personales son tremendas. Vuelan las sillas, silban los palos, huye la gente, corren las lesiones y la sangre. Da igual la ciudad o país, Madrid, Liverpool, Berlín, Roma, Bilbao, etc. Los grupos de hinchas violentos se reparten por toda la geografía mundial, aprovechando el fútbol como excusa.

Vandalismo hooligansAlgunos de los enfrentamientos más notorios se han producido recientemente:
En Francia: durante la Eurocopa de 2016, en Marsella se dieron cita 200 ultras rusos contra 40 ingleses, las imágenes que dieron la vuelta al mundo dejaron multitud de  heridos.
▪ En Madrid: en el enfrentamiento de la liga entre el Deportivo de La Coruña y el Atlético de Madrid, los ultras de Riazor Blues, de extrema izquierda y del Frente Atlético, de extrema derecha, acabaron con la muerte del joven Jimmy.

Fanatismo: características y organizaciones 

Son muchos los trabajos que desde la psicología han relacionado violencia y deporte, y más concretamente el fenómeno de los grupos ultras. El perfil de un ultra sería el de un varón, joven, con baja autoestima, inseguro, con una imagen distorsionada de la realidad, que canaliza, a través de su afición al fútbol, su deseo de sentirse aceptado y refugiarse dentro de un grupo social. La mayoría de estos individuos suelen presentar problemas de autocontrol, carecen de un fuerte sistema de valores y acaban encaminando sus inseguridades y frustraciones en actos de violencia. Los actos de violencia liberan en sus cerebros hormonas (adrenalina y oxitocina) provocando un efecto adictivo que invita a su repetición futura.
Estos individuos que muestran una falta de empatía, exceso de impulsividad (adicción al juego, consumo de drogas), agresividad, irritabilidad, hostilidad, agitación y problemas con la autoridad presentan características y síntomas comunes que asociamos en psiquiatría con el trastorno antisocial de la personalidad. Estos grupos se convierten en un caldo de cultivo perfecto para ideologías de extrema derecha o izquierda, donde el radicalismo y la violencia (planificada o espontánea) les hacen ir adquiriendo mayor estatus dentro de la organización.
Estos grupos ofrecen a sus miembros la posibilidad de acceder a un rol: el de ultras o hooligans. El joven hooligan encuentra en el grupo una identidad ya predispuesta con un conjunto de normas, valores, sensaciones, creencias, razones y modelos de acción. A través de un proceso de culturalización y asimilación del rol, el integrante de un grupo hace suyas las imágenes y reglas de conducta a través de las cuales puede ser confirmado por los otros y aprobado por el grupo. Puede parecer que sus actos son una manifestación espontánea de exaltación de los colores del equipo pero son, en realidad, fruto de una meticulosa organización y de muchas horas de trabajo.

Características de un hooligan

Los grupos ultras son organizaciones y, como tales, se financian de diferentes maneras (venta de merchandising, revistas, etc.). Además, requiere un trabajo organizativo que el líder y los ultras con responsabilidades llevan a cabo durante la nueva pertenencia al grupo.
Los ultras rusos, con una media de edad de unos treinta años, pertenecen en su mayoría a dos órdenes sociales: profesiones liberales de clase media alta con capacidad económica para sufragarse los viajes y las multas derivadas de sus actos violentos, o bien profesionales de la delincuencia y miembros de organizaciones criminales dedicadas al tráfico de armas o la trata de mujeres, entre otras actividades ilícitas. Este último grupo de ultras organizan peleas en los bosques rusos para seleccionar a soldados paramilitares o sicarios. Usan todo tipo de armas aunque en sus códigos éticos internos digan que solo utilizan su cuerpo como arma.
Aprenden tácticas de guerrilla urbana, con las que aprenden a utilizar armas con el mobiliario urbano. Su imagen pública es muy particular, llevan ropa de marcas fetiche de elevado precio o con gran carga ideológica y ropa ligera de camuflaje urbano con complementos (gorras, sudaderas, pañuelos y bufandas). En muchos de ellos, los tatuajes definen el compromiso de cada miembro con su grupo de pertenencia.

¿Qué podemos hacer frente a esta violencia?

Algunas propuestas por parte de los gobiernos y organismos oficiales están dando sus frutos.  El cierre parcial de estadios, la retirada de puntos y descensos para determinados clubs, la presencia de mayor número de cuerpos de seguridad públicos y privados, una mejor regulación en la venta de entradas, un mayor control en los aficionados que viajan con sus clubs y mayores dotaciones de inteligencia y tecnología están ayudando, aunque todavía se tiene que trabajar en otros factores sociales que son inherentes a estos comportamientos agresivos. Nuestra sociedad tiene que seguir evolucionando y trabajando para identificar los factores psicosociales que están desempeñando un papel importante en el desarrollo de la violencia en el deporte con el fin de poder eliminar o reducir estos actos en nuestras calles y estadios.
Nuestros representantes políticos deben trabajar más para eliminar a estos sujetos de los estadios, retirar puntos y descender a clubs que permitan su presencia, tener un mayor control de la venta de entradas, mejorar las infraestructuras de los estadios de los equipos de fútbol, así como el desplazamiento de sus aficionados y una mayor presencia de efectivos de seguridad. Debemos promover la tolerancia social, rechazar de forma unánime el fanatismo y la violencia, mejorar la forma de vida de sus individuos y transmitir valores de convivencia a través de los medios de comunicación.

 

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