La sexualidad en la tercera edad

Está demostrado que el sexo y la sexualidad juegan un papel importante en el envejecimiento saludable y pleno, sin embargo , las personas mayores tienen una conducta sexual heterogénea en relación a sus apetitos e intereses.
En España, solo dos de cada tres hombres y una de cada tres mujeres de esa edad se mantienen sexualmente activos. Esto puede llegar a provocar problemas de estrés y requerir consultar a un psicólogo especialista en ansiedad.

La sexualidad silenciada en la tercera edad 

Los cambios fisiológicos, anatómicos y funcionales en los órganos sexuales de los mayores no condicionan obligatoriamente el cese de la actividad sexual, sino que exigen una adaptación del comportamiento sexual a su nuevo funcionamiento, evitándose así frustraciones y situaciones de ansiedad ante las siguientes relaciones sexuales, que podrían llevar al cese innecesario de la actividad sexual.
El sexo es una forma de conectar y compartir íntimamente con otra persona, es una manifestación de entrega, pasión y amor. En todas sus formas la sexualidad es una actividad placentera y divertida que causa sensación de bienestar a nivel físico y mentalEn las relaciones de pareja es uno de los componentes básicos pues, además de fortalecer los lazos amorosos, también aumenta la confianza, la pasión, el respeto y otras cualidades que permiten disfrutar al máximo de esa experiencia.
Vivimos en una sociedad que ignora o incluso reprueba la faceta sexual de los mayores. Muchos ancianos aceptan esa norma no escrita del rechazo al sexo, escondiendo sus sentimientos sexuales y sus deseos a medida que envejecen.

Sexualidad en la tercera edad

Los adultos que quieren mantener relaciones sexuales deben intentar aparentar menos edad de la que tienen, deben estar permanentemente en estado de rejuvenecimiento.
Lo viejo se ha convertido en sinónimo de lo feo, caduco e inservible, un mundo bien distante de lo que representa la juventud con su belleza, su dinamismo y su competitividad.
Vivimos una época en la que impera la estética de la imagen como reclamo de buen gusto. Es sorprendente comprobar que avanzamos hacia una sociedad en la que disimular la edad que se tiene es una de las mayores preocupaciones.
Con estos valores nos hemos socializado muchos de nosotros desde la infancia, pero mantener vigente estas creencias van en contra de los datos científicamente probados que certifican que la sexualidad en la tercera edad es posible y sana. Practicar sexo implica para las personas mayores hacer muestras de afecto, compañía, ganas de vivir, contacto físico, buenas relaciones con los demás y una autoafirmación.

Mitos sobre la sexualidad en la tercera edad

Algunos de los mitos o prejuicios más difundidos de generación tras generación sobre la sexualidad en los mayores han sido los siguientes:

  • La menopausia es el fin de la sexualidad.
  • El mito de la viuda alegre.
  • El mito del viejo verde.
  • La emisión de esperma debilita y acelera la llegada de la vejez.
  • En la vejez se pierde el interés por el sexo.
  • La sexualidad se va agotando con el paso de los años.
  • La única forma aceptada y saludable de practicar la sexualidad es a través del coito, culminando en el orgasmo.
  • Lo ideal es una sexualidad fogosa y apasionada.
  • Se acepta que hombres mayores puedan tener relaciones sexuales con mujeres jóvenes, pero resulta bochornoso que una mujer mayor tenga relaciones sexuales con un hombre joven.
  • El único motivo que mueve a una persona mayor a tener relaciones es el de evitar estar solo.
  • Los ancianos no se masturban y los que lo hacen son unos perturbados.
  • Las personas mayores son tan frágiles de salud que practicar sexo perjudica su salud.
  • Los ancianos no sienten deseo. 

Sexualidad en los abuelos

La sexualidad en las mujeres 

En un mundo donde se privilegia a la juventud y la productividad no es difícil que exista miedo a “llegar a ser viejos” ya que, poco a poco, se les considera inútiles. En general, para las mujeres la sexualidad sigue siendo algo negado, víctimas de la educación y la cultura. Se cree erróneamente que terminada su función reproductiva se pierde, también, la función sexual.
No obstante, la respuesta sexual física a la estimulación se mantiene a pesar de los cambios hormonales de la menopausia. Los cambios físicos sufridos, secundarios al proceso de envejecimiento, no afectan en gran medida a la sexualidad de la mujer. La mujeres perciben su sexualidad como un aspecto relevante en sus vidas y el sexo está vinculado a su intimidad y al amor hacia su pareja. La expresión más evidente son los abrazos, besos y caricias que cotidianamente dan a su pareja. En muchas mujeres la situación de viudez no tiene el mismo impacto sobre el cese de la actividad sexual que en los varones. Además de la diferencia demográfica que juega en contra de las mujeres (1 varón para 4-6 mujeres) tradicionalmente ha existido una fuerte tendencia social a considerar negativamente el establecimiento de nuevas relaciones afectivas e incluso nuevos matrimonios en las mujeres viudas, lo cual limita aún más la actividad sexual de éstas. 

Cambios en la concepción de la idea del sexo 

La salida de los hijos de casa, cada día más tardía debido a las múltiples circunstancias negativas de la actual situación social, económica y laboral, en algunos casos no contribuye a que la pareja recupere la intimidad. En otros casos donde los hijos pueden independizarse, la pareja recupera un mayor espacio físico donde desarrollar una sexualidad de pareja más libre, no siendo necesario esperar al momento adecuado para tener relaciones sexuales y disfrutar de la mutua compañía.
La sexualidad está dejando de estar relacionada con la procreación y se está convirtiendo en una expresión más de una necesidad emocional del individuo. Hasta hace bien poco no se consideraba correcto hablar públicamente de la sexualidad, y en el caso de los ancianos parecía hasta improcedente plantear la posibilidad de que vivan su propia sexualidad.
Así que va siendo hora de empezar a eliminar todos estos tabúes que no hacen más que castigar a nuestro ancianos, privándoles de su derecho a mantener una actividad sexual satisfactoria.
Debemos mantener, en lo posible, el equilibrio entre intimidad, dignidad y derechos del anciano, incluso cuando existe cierto grado de incapacidad mental, salud física o dificultades económicas de éstos. Los ancianos tienen capacidad para sentir placer y, en muchas ocasiones, precisan tocar y ser tocados y sentir calor humano.
Debemos desarrollar la sexualidad, superando la idea de concebir el sexo como mera genitalidad. La sexualidad es variada y mutable en el tiempo, no tiene que ser ni siquiera heterosexual, esta puede ir perfectamente del cero al infinito.

Os recomiendo el libro de Anna Freixas, Sin reglas, sobre la sexualidad silenciada, así como la película Nosotros en la noche de Robert Redford y Jane Fonda. Ambos ilustran un nuevo aire fresco y libre para nuestros ancianos.

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